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cáncer de la mama, gente sin hogar, la importancia de la mujer, la madre de Jesús, pobreza, violencia doméstica
Soy la directora de una clínica que proporciona servicios gratis, o casi gratis, para los miembros de nuestra comunidad que no tienen con qué… Les pedimos, si pueden, que dejen una donación para nuestro grupo porque somos los únicos que trabajamos con las personas sin hogar y les damos refugio en noches de tormenta o de frío, para que no tengan que dormir en la calle. Hay una carrera infame y obscena en este estado de California para criminalizar la pobreza, y se prohíbe el dormir a la intemperie, alimentar a los hambrientos (a menos que uno tenga un permiso administrativo especial), y dormir en un auto o coche, aunque uno se haya quedado dormido…
Comenzamos con un servicio simple de lectura (y contestación) de cartas; las personas (en su mayoría mujeres) venían pidiendo ayuda porque habían recibido un formulario o carta en inglés y no lo entendían o lo entendían muy poco… Se le leía la carta y se le preguntaba qué querían contestar… Como además del refugio nocturno, tenemos una despensa de alimentos que abre cuatro días a la semana, para ayudar a las familias que están pasando hambre (aunque la nueva frase de moda en estos lares es «inseguridad en cuanto a la comida,» que suena menos trágico que la palabra «hambre»), siempre estamos necesitados de donaciones… cuando abrimos el refugio, tenemos que pagarle a dos guardias que se ocupan de la seguridad de 11 de la noche a 6 de la mañana siguiente…
En fin, vienen muchas mujeres víctimas de la violencia doméstica, madres con niños de todas las edades, cuyos maridos o compañeros se han ido a nueva aventura, y han abandonado a la familia entera… tantos casos inenarrables en el peor sentido de la palabra. Más y más tenemos a jovencitos que se han convertido a alguna secta religiosa y que abusan a la madre católica, que alegan en contra del anticristo, que en este caso es el papa, y que se expresan en forma odiosa y vengativa de esa mujer que les dio la vida… Como siempre, en el nombre del que dijo, «Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen,» utilizan palabras llenas de odio y rencor, palabras y actos vengativos. Recuerdo que hace algunos años cuando los Estados Unidos comenzaron a bombardear a Irak o Afganistán, nos poníamos playeras que preguntaban: ¿A quién bombardearía Jesús?
Hemos tenido casos de mujeres con cáncer de la mama y otros menos conocidos, y hace algunos años asistí a un taller precioso con mujeres que se habían hecho tatuajes interesantes o diferentes, incluso algunos de gran belleza, y se desplegaban en público desnudas, como orgullosas de su pecho denudado de uno o los dos senos. Fue una demostración maravillosa en nuestra sociedad artificial de la valentía y los ovarios que tiene la mujer… Y en esto del ministerio sacerdotal de la mujer, los que hablan de que Dios se hizo humano en un hombre, Jesús, y por eso el sacerdocio se limita al varón, tendrían que recordar que no salió de las entrañas de otro hombre, sino que fue una mujer, María, la que dio a luz al niño, y lo amamantó de su seno, y lo crió y luego lo tuvo que llorar para siempre… Sin mujer, hembra, matriz, dolores de parto, senos, la historia del nacimiento hubiera sido otra cosa…
El poema que sigue lo escribí a raíz del taller con las mujeres tatuadas… Pero como también participo todos los años en una protesta ante uno de los laboratorios principales para la creación de armas nucleares, en Livermore, el viernes santo y en agosto en el aniversario del bombardeo, incluyo una foto de la protesta del viernes santo pasado, cuando nos enfrentamos al monstruo en su guarida…
El clan de mujeres con un solo seno
Había un cuento
sobre un clan de mujeres con un solo seno,
sobrevivientes de pruebas nucleares
patrocinadas por algún gobierno,
que desarrollaron tumores
como esas láminas fotográficas
que no muestran nada,
y al final abuela, madre, hijas, hermanas,
destruidas por aquella amenaza crujiente
en el silencio de una noche hermosa.
Y un documental sobre mujeres con cicatrices
donde antes hubo simetría y orgullo
de seno y pezón, una evidencia
de femineidad, lactancia,
algo que nos despierta amor
o el conocimiento de la madre,
ahora vuelto nada,
pero con tatuajes,
una forma nueva de contemplar
la vida, y Rosa,
que siempre escondía
su pecho muerto
pero se contaba la única viva
de todas las pacientes en el hospital
cuando su mastectomía.
Y la mujer enferma de aquel chileno
que se mandó a correr
después de ese diagnóstico,
tres hijos y una operación, divorcio
y muerte.
Los tatuajes y la exhibición de cicatrices-
reconstruir el ser en la propia imagen
y semejanza,
y reclamar el valor propio, decir
no importa, un seno, dos, ninguno,
vida, lentejas, tulipanes,
y la pequeña hormiga que cruza por el viejo patio.
Que humano y que real! Gracias.
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Gracias a ti, hermana, por leerme.
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